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BIENVENIDA A MARTA BRUNET

Hernán Díaz Arrieta
(Alone)

 

Pocas veces habrá podido decírsele "bienvenida" al viajero que llega, con tanta sinceridad y tanta justicia como, en su regreso, a Marta Brunet.

Partió de su tierra con una incógnita y llevada por su fe en la ciencia española, vale mejor decir catalana, que era la de sus mayores. ¿Lograrían hacerle ver de nuevo la luz que poco a poco, había ido apagándose para sus ojos? Se necesitó el coraje que, no esta sola vez ha manifestado, para decidirla a marchar sola y cruzar un mundo en penumbra de este continente al otro, a fin de ponerse en manos que tienen algo de mágicas, pero están, como todas, sujetas a errar.

Coraje y deseo de ver la luz.

Es, probablemente, la característica más viva de su personalidad y de su estilo ese amor a la claridad, a las superficies netas, a los contornos iluminados y definidos, que su vida y su obra manifiestan, hijas del primero de los dones de la creación, y no costaría mucho extraer de sus libros pasajes que lo hacen resplandecer. Bello trabajo para tentar a uno de sus aficionados a la estilística que acumulan los pequeños detalles junto a una observación central hasta grabar allí la imagen del escritor.

Pero no es necesario.

Basta internarse por alguno de sus paisajes lavados y soleados del sur: aunque tan sintética y distante de la complacencia descriptiva que se ha enrostrado a su escuela, por ella redimida de la falta de nervio, se siente desde el primer instante en los campos de Marta Brunet desde la inicial Montaña adentro la abundancia de óleos y acuarelas sin mancha, concentrados, a veces, en una sola frase o expandidos en trozos como éste que abriendo al azar su novela Bienvenido encontramos: Puntitos verdes manchaban las ramas de los árboles --(que acaban de salir de uno de esos oscuros inviernos australes)-- y el campo entero se cubría de un verde tierno que se iba acentuando cuanto más el sol aparecía. Avanzaba tímidamente la primavera, obligada a bruscos retrocesos por las heladas que quemaban su obra. Había heladas tan persistentes que, a mediodía, cuando el sol lograba romper las nubes, aún espejeaba el hielo en los techos de las casas, los árboles se irisaban en mil fulgores y la laguna esplendía cegadora.

Es una simple nota entre muchas; pero en la que está su pupila vigilante, ávida de luz.

El mal que la puso a prueba sirvió para sacar, más evidente, a la superficie su riqueza interior, el vigor de un espíritu que no consentía el abatimiento y, en vez de perder fuerza, la daba a quienes iban a hacerle compañía y que, de favorecedores, resultaban favorecidos.

La misma diferencia que los críticos de Julián Green han descubierto entre sus novelas, angustiosas, opresoras, pesimistas, y su límpido diario, lleno de serenidad, podían encontrarla, no sin sorpresa, los lectores de María nadie, por ejemplo, desolada desde el título, y la cordial alegría con que la autora los reanimaba, devolviéndoles el goce de vivir que sus libros, acaso con la única excepción de Bienvenido, fiel a su nombre, procuran, aunque no consiguen, apagar.

Tiempos de recia lucha debió atravesar la escritora, antes del remanso administrativo y diplomático en que un mandatario clarividente la estableció, aprovechando en el servicio público su talento y permitiéndole, a la vez, desarrollarlo en otra atmósfera.

La alta y sólida situación que Marta Brunet se conquistó en los medios intelectuales argentinos, sin distinción de matices ideológicos ni clases sociales, demuestran el acierto de ese nombramiento y el error de la administración siguiente que, el año 52, la desposeyó.

Pero ya el volumen de la obra realizada y su consagración continental hacían indiferente a la escritora esas pequeñas injusticias, más lamentable para quienes las cometieron que para quien las sufrió y el Premio Nacional de Literatura, que le fue otorgado cuando estaba ausente, equivale a una tácita compensación.

Además, la ciencia de los oftalmólogos de Barcelona tuvo éxito y así se puede afirmar que no solamente se abrieron de nuevo sus ojos a la luz sino que también los de sus compatriotas para apreciarla tal como es.

(El Mercurio, 16 de noviembre de 1961, pág. 3).

 

Hernán Díaz Arrieta (Alone). "Bienvenida Marta Brunet", El Mercurio, 16 de noviembre de 1961, pág. 3, en Alone y los Premios Nacionales de Literatura (Recopilación y selección: Pedro Pablo Zegers B.). Santiago: Escritores de Chile, DIBAM, Centro de Investigaciones Barros Arana. pp. 202-203