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EL TRIBUNAL DE LOS PAJAROS


Esta es una selva umbría,
con harta pajarería,
 
donde libres y felices
viven Garzas y Perdices.
 
De noche, muy satisfecho,
da el Ruiseñor do de pecho;
 
al despuntar la mañana
canta la Alondra muy ufana,
 
y a cualquier hora del día
el Pollito pía y pía.
 
En tanta paz la Cigüeña
duerme en una pata y sueña
 
que en un pañal, muy rollizos,
se trae cinco quintillizos.
 
Cual saliendo de un reloj
canta el Cu-cú sobre un boj.
 
De pronto se turba un día
tan excelente armonía;
 
todo fue por un Pichón
chiquitito de Gorrión.
 
Su Papito muy ufanoso
le traía un gran Gusano
 
y tuvo un escalofrío
al ver el nido vacío.
 
Llega mamita Gorriona
y mucho más se emociona.
 
Se arma un tremendo revuelo
entre las aves del cielo,
 
y ningún chisme se ahorra
la charlatana Cotorra
 
y dice: "Muy bien sé yo
quien al Pichón se llevó,
 
conozco la parte flaca
de mi comadre, la Urraca.
 
Quien sabe robar botones,
¿por qué no ha de hurtar Gorriones?"
 
Ante tal acusación
tiembla papito Gorrión
 
y exige que caso tal
se lleve ante el tribunal.
 
Hace de juez la Lechuza
y redondo el ojo aguza;
 
gozoso de oler el mal,
hace el Cuervo de fiscal.
 
Pedrito, el loro hablador,
actuará de defensor,
 
y al alegar se le escapa:
"Pedrito quiere la papa..."
 
La Tenga, el Zorzal y el Mirlo
se retacan al oírlo,
 
y con Pecho Colorado
forman parte del jurado.
 
Dos Halcones inciviles
actúan como alguaciles,
 
traen de muy mala manera
a la Urraca prisionera.
 
Sentada en duro banquillo
se rasca algún piojillo.
 
Muy segura de su ciencia,
la Lechuza abre la audiencia,
 
no toca la campanilla
por una causa sencilla:
 
rápida como una luz
se la tragó el Avestruz.
 
Envarado como un huso
habla el Cuervo y dice: "Acuso..."
 
Pedrito le pesca al vuelo
y ataca diciendo: "Apelo...",
 
cuando ya el fiscal le abruma:
"¡No se dice a-pelo, a-pluma!"
 
El Avestruz saltarín
se mueve y hace tin tin...
 
Calmando a los oradores
dice el Chuncho: "Orden, señores".
 
De pronto, sobre el estrado,
dos Pichones han llegado,
 
Mamá Gorriona da un grito
al ver a su Gorrioncito
 
que apenas si se destaca
junto al Pichón de la Urraca.
 
A todos los congregados
miran los dos, asustados.
 
Declaran ante testigos
Que son los dos muy amigos.
 
Entre el general contento
todo se arregla al momento,
 
y el severo juez sanciona:
"La Urraca es buena persona".
 
Al Cuervo le sabe mal
Tan venturoso final
 
Y Pedrito exclama al punto:
"¡Por mí se ganó el asunto!"
 
Les dieron a los Pichones
Alpiste con cañamones,
 
Mas la Cotorra susurra:
"Yo les daría una zurra,
 
la Gorriona debería
cuidar mejor a su cría".
 
Mas nadie la escucha ya,
y alguien trina: "¡Do-mi-fa!"


BRUNET, Marta. El Tribunal de los Pájaros. Aleluyas para los más chiquitos. Obras Completas de Marta Brunet. Santiago, Zig-Zag, 1962. Pp. 350-351.