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CONEJIN EL TRAGON


Conejín y Conejita
Tenían una casita
 
Con su ventana y su puerta,
su jardincillo y su huerta,
 
donde no faltaba nada:
coles, nabos y ensalada
 
y en septiembre y en abril
un poco de perejil.
 
Un arroyo que murmuraba
les da en verano frescura,
 
y un árbol de tronco eterno
leñitas para el invierno.
 
Su goce no tuvo fin
cuando nació Conejín.
 
Fue la cuna del pimpollo
hecha de hojas de repollo,
 
y un rabanito le mete
su mamá como chupete;
 
pero era tanta su hambruna,
que tragó chupete y cuna.
 
En una linda mañana
se escapo por la ventana;
 
verdurita que veía
a mordiscos la comía
 
su guatita estaba llena
de ajises y berenjenas.
 
Tomando el huerto por suyo,
pronto no dejó ni un yuyo;
 
no bien un retoño asome
como, come, come, come.
 
Tragó al sentirse en ayunas
cuatro docenas de tunas.
 
Conejín, de puro hambriento,
pasó por muy mal momento;
 
creyó que tenía anginas,
pero eran las espinas.
 
Pronto, y no les digo como,
le asomaron por el lomo.
 
Conejín y Conejita
volvían de una visita.
 
En cuanto abrieron la puerta
quedaron con boca abierta
 
al ver a su Conejín
transformado en puerco espín.
 
Conejita, como loca,
se clava apenas le toca,
 
y el Conejito papá
en busca de auxilio va,
 
en tanto que Conejín
cree llegado su fin.
 
Trae Conejito en seguida
a una liebre muy sabida
 
en curar en un bendito
el mal de un animalito
 
Llega y con mucha cachaza
le receta una tenaza.
 
Todas las púas de tuna
va sacando, una por una.
 
Deja, untándole con sebo,
a Conejín como nuevo.
 
Conejita, muy excitada,
le da una buena palmada,
 
mas Conejín, inocente
de contento, ni la siente.
 
Papá Conejo, aliviado,
aún se hace el enfurruñado.
 
Por que la cura celebre
mil pesos le da a la liebre.
 
Conejín nuevo calambre
siente en la guata de hambre.
 
Conejita, con afán,
le prepara charquicán.
 
Le da acelga y betarraga
y Conejín traga y traga,
 
se atiborra sin fin
nunca llena Conejín,
 
por eso aquí le verás
roer que te roerás,
 
y se nos va de esta historia
comiendo zanahoria.


 
BRUNET, Marta. Conejín el Tragón. Aleluyas para los más chiquitos. Obras Completas de Marta Brunet. Santiago, Zig-Zag, 1962. Pp. 344.